Marcas imborrables
“El ruido precedió a la vista, y el olor antecedió a ambos en forma de una mezcla abrumadora de establo y almizcle, pero que también recordaba al olor humano. De pronto, una serie de gritos agudos rasgaron el aire, seguidos de un sonido rítmico producido por los golpes secos que un gigantesco macho de espalda plateada se daba en el pecho. […] Mirando a través de la vegetación, pudimos distinguir un grupo de primates negros de cabeza peluda que nos miraban con tanta atención como nosotros a ellos. Bajo pobladas cejas, sus ojos brillantes se movían nerviosos como si intentasen adivinar nuestras intenciones. Inmediatamente quedé atrapada por la magnificencia física de estos enormes cuerpos negros que contrastaban con el verde del follaje forestal”.
La primatóloga estadounidense Dian Fossey describió de esta manera en su libro Gorilas en la niebla su primer encuentro con los gorilas de montaña: un momento que le transformó. Después de conocer a estos gigantes peludos, tomó la decisión de convivir con ellos durante trece años —hasta su muerte— para estudiarlos, protegerlos de los cazadores furtivos y compartir sus descubrimientos con todo el mundo. Lo hizo en Ruanda, donde aún es posible vivir una experiencia parecida, que deja marcas imborrables en nosotros.
Así es Ruanda: un país de colinas verdes que ha apostado por un turismo exclusivo, sosegado, respetuoso. Que busca compatibilizar el desarrollo con el respeto a la naturaleza.